El feminicidio en Ciudad Juárez y la impotencia del arte

«¿El arte puede combatir la impunidad? ¿Puede enfrentar la muerte?… No lo sé.»

Mónica Mayer, crítica de arte y performancera.

 

«En Juárez pasan cosas muy raras desde hace mucho tiempo», me dijo un viejo periodista cuando en la charla surgió el tema de los asesinatos impunes de mujeres en esa ciudad fronteriza de Chihuahua. Un colega suyo hizo, hace cincuenta o más años, un reportaje sobre las casas «de cita» que había allá, en las que trabajaban muchachas provenientes de varios estados del centro del país. El mismo día en que fue publicado, el director del diario fue invitado por autoridades municipales a tener una «plática de amigos». Le hicieron ver que esa información no le convenía a nadie y no valía la pena publicarla. Le explicaron que ellos tenían un registro de todas las prostitutas y que por cada una de ellas el municipio recibía diariamente una cuota que se destinaba al gasto en servicios públicos. Le aseguraron que ninguna corría peligro y que podían regresar a sus lugares de origen cuando quisieran con el dinero que hubiesen ganado. Al poco tiempo, por órdenes de sus superiores, el director continuó con su oficio en otra ciudad.

 

«El que entra a este negocio… no lo abandona nunca»

El relato anterior —sin nombres ni fechas ni algún otro dato específico— no pasa de ser una anécdota que no aporta elemento alguno para sustentar que aquellas autoridades recibían dinero de la delincuencia organizada. Pero me recordó inmediatamente la película Aventurera, de Alberto Gout (1949), con Ninón Sevilla, Andrea Palma, Tito Junco, Rubén Rojo y Miguel Inclán. Aventurera es la historia de Elena, una joven de la ciudad de Chihuahua que al quedarse sin familia va a trabajar a Ciudad Juárez, en donde, luego de ser víctima de agresiones sexuales, un proxeneta, Lucio El Guapo, la lleva con engaños a un cabaret con reservados para dejarla en poder de la dueña del lugar, Rosaura o La Señora. La cruel lenona sentencia a Elena: «El que entra a este negocio, óyelo bien, no lo abandona nunca». Rosaura lleva una doble vida: en Guadalajara es la madre ejemplar de una familia de abolengo, modelo de buenas costumbres y decencia. La villanía y la rectitud moral en una sola persona.

Aventurera muestra a Ciudad Juárez como un lugar aislado del país, caracterizado por la constante agresión sexual contra la mujer indefensa, nido de delincuencia organizada donde el lenocinio se perpetra impunemente y las autoridades nunca aparecen. Casualmente, Guadalajara y Ciudad Juárez están identificadas como puntos de la ruta del Cártel de Juárez. Si el nombre que se le ha dado a esa mafia es el de ese lugar ha de ser porque allí está su cabeza o su plaza principal.

 

«Vamos al Noa Noa»

Un año después de Aventurera nació en Parácuaro, Michoacán, el compositor y cantante Juan Gabriel. Antes de cumplir un año de edad su madre emigró con él a Ciudad Juárez, donde trabajó como empleada doméstica. A la edad de cuatro o cinco años el pequeño Alberto fue internado en una escuela «de mejoramiento social para menores», de la cual escapó a los trece años de edad. A los catorce volvió con su madre y su hermana. Al poco tiempo se fue a vivir a un templo metodista donde trabajó de intendente y a los 16 debutó en un cabaret «de ambiente», el Noa Noa, famoso por la canción que compuso años después. Continuó trabajando en otros establecimientos mercantiles similares, como La Cucaracha Bar, El Palacio Chino, Charlie’s Bar y Hawaian. Estos datos de la infancia y las mocedades de Juan Gabriel (www.contactomagazine.com/juanga0418.htm) muestran dos asuntos destacables: uno, Ciudad Juárez como un punto de referencia al cual una madre viuda y sin formación profesional del centro del país acudía porque había oportunidades de trabajo; otro, la posibilidad de que un menor de edad trabajara en cabarets, lo que denotaba negligencia o corrupción de las autoridades. ¿Serían casos excepcionales o, por el contrario, era algo frecuente? ¿Lo es todavía?

 

El feminicidio en Ciudad Juárez como motivo cultural

No es que en Ciudad Juárez haya propiamente una industria cultural del feminicidio (nada más eso faltaba), sino que la impunidad ante los cientos de mujeres asesinadas víctimas de violencia sexual ha detonado la creación de una multitud de productos culturales: pinturas, películas, programas de radio y de televisión, libros, reportajes, performances, sitios en Internet, carteles, obras de teatro, fotografías, murales, poesía, etcétera. En la plástica pueden citarse los nombres de Germán González, Tania Acosta Ayala, Yan María Castro, Maritza Morillas Medina y Víctor Gutiérrez. Claudia Bernal destaca por su instalación en el Zócalo de la Ciudad de México «Monumento a Ciudad Juárez: Sólo las que mueren de muerte violenta van directamente a uno de los paraísos». Hay poesía de Alberto García, Héctor Flores, Juan Ríos Cantú y Emma Rueda. Sin ser exhaustivo y seguramente con más de una errata, los siguientes párrafos enumeran algunas de las producciones que se han hecho sobre el tema.

 

De Viejaskandalosas a Techo Blanco

La Red Cultural Viejaskandalosas es un colectivo cívico-cultural de artistas de Tijuana y Los Ángeles, encabezada por Azul G. Luna, artista visual y cineasta originaria de Ciudad Juárez, cuyo objetivo es denunciar los crímenes contra las mujeres en esa urbe. Esta organización ha montado las exposiciones colectivas de más de cien artistas de distintas nacionalidades con el título «Las de Juárez y las otras, ¡ni una más!», que incluye fotografía, pintura, arte de ensamblaje, video, instalaciones, performances, poesía y conferencias. Se han presentado en Ciudad Juárez, Tijuana, León y Culiacán. Otro ejemplo es el Movimiento Cultural Techo Blanco, colectivo multidisciplinario de creadores, coordinado por la actriz del Distrito Federal Vanesa Bauche, que desde hace más de dos años difunde información sobre estos crímenes para promover la participación de la sociedad y los medios de comunicación con el propósito de contribuir a poner fin a esa situación. Para ello ha presentado documentales, conferencias, exposiciones pictóricas y obras de teatro.

 El 3 de octubre pasado, la Delegación Cuauhtémoc convocó en el Parque México, del Distrito Federal, al maratón cultural «Arte por la vida. No más muertas en Juárez», en el cual participaron artistas e intelectuales como Cristina Michaus y Germán Dehesa, entre otros. Este tipo de actividades y la conformación de redes para expresar artísticamente el repudio a estos crímenes se han multiplicado recientemente.

 

Acostumbrados a «vivir con el horror»

«En Juárez pasan cosas muy raras desde hace mucho tiempo.» El documental de Lourdes Portillo Señorita extraviada (2001) presenta el testimonio de la madre de una víctima, quien cuenta que cuando era joven fue secuestrada durante una noche entera en la que fue maltratada y amenazada de muerte, luego de haber sido vendida por quince pesos —sin saberlo— a un grupo de rufianes. Señorita extraviada fue exhibida el año pasado en la Muestra de Cine Mexicano de Guadalajara y en la Cineteca Nacional; se transmitió en el canal estadounidense de televisión pbs y obtuvo, entre otros, el Premio Especial del Jurado en el Festival Sundance. Este año recibió el Ariel al mejor largometraje documental; fue presentado en el Festival de Cine de Mar de la Plata y el Festival en Corto de Guanajuato y en televisión abierta en el Canal 22 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

Entre los videos documentales pueden citarse también los siguientes: Juárez, desierto de esperanza (1999), de Cristina Michaus, exhibido en el programa «Hablemos Claro», de Lolita de la Vega (Canal 13), en la Cineteca Nacional y en el Zócalo de la Ciudad de México el 25 de noviembre de 2002; Ni una muerta más (2002), de Alejandra Sánchez Orozco, y City of dreams. Murder in Juarez (CBC, Canadá, 2001), de Bruno Sorrentino. Por otra parte, el reportaje «La cruz de Juárez» (2003) de Radio Universidad de Guadalajara ganó el Premio otorgado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Éste puede escucharse en http://www.radio.udg.mx y en http://www.nuevoperiodismo.org.

Un fenómeno de nuestro tiempo es la insensibilización ante la exposición mediatizada continua de la violencia en sus formas más atroces. La transmisión televisiva «en vivo» de guerras, la exhibición de actos criminales y de infinidad de formas de crueldad y tratos humillantes, encuadrada en formatos que alientan el morbo, repetidos una, otra y otra vez, con el rating como valor supremo, es un factor por el cual muchos de los que hemos visto alguno de estos documentales nos sentimos momentáneamente conmovidos y luego, al poco tiempo, lo archivamos en nuestra memoria entre el catálogo de horrores que vemos todos los días y que poco a poco va dejando de sorprendernos y, en el peor de los casos, de indignarnos.

En el foro «Acciones por la no violencia hacia las mujeres y las niñas», convocado por la Comisión de Equidad y Género de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Alejandra Sánchez Orozco, originaria de la ciudad de Chihuahua, presentó su documental y le pregunto a los asistentes: «¿Ya nos acostumbramos a vivir con el horror?»

 

Una «actitud luctuosa»

Varios performance se suman a la producción artística de denuncia con la intención de transmitir a los espectadores el drama de las víctimas y sus deudos una realidad que no es ajena a nosotros. Uno de los más destacados es Woman in black (14 de agosto de 2002), marcha y manifestación coordinada por la cubana-estadounidense Coco Fusco frente a la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, D.C. Se realizaron simultáneamente diversas actividades en Chicago, San Antonio, Los Ángeles y Tijuana, y una manifestación virtual, organizada por Teatro del Disturbio Electrónico, en la cual participaron 11 mil 609 personas de 59 países, quienes a lo largo del día enviaron, vía Internet, cartas de protesta a la oea y al gobierno de Chihuahua.

En México se han presentado De la mañana a la noche (2002), de Pancho López y Libertad Díaz, en las estaciones del metro Guerrero, Pino Suárez y Centro Médico; Mientras dormíamos(2002), de Lorena Wolffer, en el Museo Universitario del Chopo; Somos las que ya no somos(2003), de Cristina Michaus con el grupo Conjuro Teatro. También puede considerarse performance La procesión de las muertas de Juárez, una marcha de la calle Colón al Zócalo capitalino el pasado 25 de noviembre, cuando artistas de diferentes disciplinas publicaron una convocatoria para «convertirse» en «mujer de negro» y mostrar en la marcha una «actitud luctuosa».

 

«Ciudad Juárez ¡A Escena!«

Del 3 al 9 de marzo de este año, en el Foro Hugo Argüelles de la Ciudad de México, se llevó a cabo la muestra teatral Ciudad Juárez ¡A Escena! (sic), en la cual se presentaron las siguientes obras con el auspicio de la Delegación Coyoacán y la Sociedad General de Escritores de México (Sogem): Estrellas enterradas, de Antonio Zúñiga y dirección de Rocío Belmont; Rumor de viento, de Norma Barrosa; Mujeres de Ciudad Juárez, de Cristina Michaus y dirección de Enoc Leaño; Hotel Juárez, de Víctor Hugo Rascón Banda; Mujeres de polvo, de Laura de Ita y dirección de Humberto Robles, y Los trazos del cierzo, de Álan Aguilar y dirección de Dana Aguilar.

 

«De mariposa a cruz»

Alejandro Lerner compuso el tema «De mariposa a cruz», dedicada a las mujeres que han sido asesinadas en Ciudad Juárez, el cual, con producción de él mismo, fue interpretado por Alejandra Guzmán, Juanes, El Tri y La Ley, entre otros. Los ingresos que se recauden por sus ventas serán destinados a los hijos de las víctimas (Radionotas.com, 3 de noviembre de 2002). Por otra parte, el Movimiento Cultural Techo Blanco, entre sus actividades de concientización, promovió un «mini-rave», «fiesta solidario-elektrónica», llevada a cabo el 21 de agosto de 2003. Actualmente, el escritor Ricardo Díazmuñoz y el compositor Sergio Berlioz están trabajando en El Réquiem por las almas de arena, cuya presentación se vislumbra para el próximo año.

 

Cibertrinchera Por nuestras hijas

Se ha vuelto un lugar común llamar cibertrincheras a los foros donde se puede decir lo que uno quiera y vincularse con gente que comparte la misma causa. Pero en este caso vale la pena llamarle cibertrinchera a los sitios en Internet de varias organizaciones de la sociedad civil, específicamente de familiares de las víctimas, debido a que éstos son los casi únicos espacios a su alcance para exigir justicia y denunciar la impunidad. En este medio exponen a la opinión pública mucha de la información que poseen y por el cual se enlazan entre sí y con quienes así lo requieran. Algunos de esos sitios son: Nuestras Hijas de Regreso a Casa (www.geocities.com/pornuestrashijas); Voces sin eco (www.angelfire.com/in2/qualm/voces.html); Ni una víctima más en Ciudad Juárez (www.iespana.es/nomasvictimas/); sobre arte con el tema del feminicidio en Ciudad Juárez véanse MujerArte http://www.mujerarte.com.mx/, y Coordinadora Nacional de Mujeres en el Arte, Comunarte (www.laneta.apc.org/comuarte/intro.htm).

 

«¿Qué tal durmió?«

La denuncia y la crítica en libros o periódicos al parecer resultan inocuas en un país como el nuestro, con un promedio de lectura de uno al año por persona (dato citado por Sergio Aguayo Quezada, Reforma, 23 de abril de 2003) y tan poca comprensión de ella (Reforma, 4 de marzo de 2003), realidad que exhibe la incapacidad de la palabra escrita para transformar la realidad y a los medios impresos como foro que sólo convence a los ya convencidos. Entre estos productos cabe mencionar los siguientes: El silencio que la voz de todas quiebra, de Rohry Benítez, Adriana Candia, et al. (Chihuahua: Ediciones del Azar, 1999); Las muertas de Juárez, de Víctor Ronquillo (México: Planeta, 1999), y Huesos en el desierto, de Sergio González Rodríguez (Barcelona: Anagrama, 2002).

La cantidad de artículos que han sido publicados sobre el tema es muy extensa. Entre sus autores pueden mencionarse a Margo Glantz, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Sergio Aguayo y José Pérez Espino, periodista de Chihuahua. El suplemento Triple Jornada del diario La Jornada ha seguido el tema de manera constante y ha publicado varios reportajes. En Reforma, Sergio González Rodríguez ha escrito con frecuencia al respecto desde 1993. Él mismo coordinó un número especial de la revista Metapolítica de octubre de este año, titulado «Las muertas de Juárez», con reportajes, crónicas, artículos, relatos, cuentos y opiniones que incluye un disco compacto con documentos y testimonios. También enReforma, a partir del 16 de abril de este año, Germán Dehesa, en su columna «Gaceta del Ángel», de lunes a viernes le pregunta al procurador Rafael Macedo de la Concha: «¿Qué tal durmió?», subtítulo bajo el cual comenta sobre estos crímenes.

 

Denuncias intolerables

Los análisis y las recomendaciones de organismos internacionales se suman a la producción cultural con la publicación de informes como México. Muertes intolerables. Diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, de Amnistía Internacional (México: AI, 2003), y «Situación de los derechos de la mujer en Ciudad Juárez, México: El derecho a no ser objeto de violencia y discriminación», en el Informe Anual 2002de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Washington: CIDH, 2003), en el cual, entre otras, puede leerse: 1. Priorizar la plena inclusión, participación y colaboración de todos los niveles de gobierno —federal, estatal y municipal— en la respuesta estatal frente a los asesinatos y otras modalidades de violencia basada en el género que afectan a la mujer en Ciudad Juárez, con la aplicación de objetivos, cronogramas, mecanismos de supervisión y evaluación específicos tendientes [sic] a garantizar la eficacia de los mecanismos de participación interinstitucional. [Véase: http://www.cidh.org]

 

Mientras dormían los artistas

Los artistas también durmieron mucho tiempo. La mayoría llegó demasiado tarde a la protesta contra el feminicidio. Se tardaron en despertar y por eso su obra con tal motivo data, en la mayoría de los casos, de 1999 a la fecha. Ahora se ha vuelto un tema obligado. Lamentablemente, la reciente proliferación de productos artísticos corre el riesgo de causar —lejos de la concientización masiva y la erradicación de la impunidad— la trivialización del feminicidio. Hay que dudar seriamente del potencial del arte como medio de concientización y también dudar de la concientización como motor de transformación de la realidad.

 

De las muertas de Juárez a la muerte del arte

La impotencia del arte en este caso —y en tantos otros— no se debe a que los creadores no tengan talento o capacidad para expresar sus convicciones, tampoco por lo limitado de sus audiencias. Hay que buscar las causas en el desinterés general por el arte, por los artistas y por los productos artísticos; en la inercia de las grandes mayorías que las obliga a permanecer en el hogar, en el centro de trabajo y en los lugares de consumo; en el abismo entre la vida cotidiana de casi todos con los foros artísticos y culturales, cuya única aproximación se da eventualmente por medio de los canales de televisión abierta. El individualismo generalizado, aunado a los problemas económicos y laborales, en la mayoría de los casos distancia a las personas de los actos de solidaridad sobre los cuales se antepone el interés particular o familiar inmediato.

La muerte del arte se comprueba en que, con excepción, quizá, de la música popular, el arte no convoca, no moviliza, no concientiza, y si acaso llegara a hacerlo, no transforma. Ni en la Procuraduría General de la República ni en la Secretaría de Gobernación ni en la Presidencia de la República ni en la bolsa de valores ni en el Cártel de Juárez se preocupan por una exposición fotográfica u otro performance más para el autoconsumo de un grupito progre, así sean expuestos en el Metro o en el Zócalo. Mucho menos por un «mini-rave» o «mega-rave«. Al contrario, las dependencias gubernamentales federales y estatales auspician la exhibición del arte de protesta contra el feminicidio como una muestra de su compromiso y del empeño en que se haga justicia. Los artistas participan de esta simulación en tanto aceptan esos espacios para llevar a cabo en ellos su propia catarsis, como una manera de decir públicamente: «Estoy haciendo algo para que esto se resuelva».

 

Los verdaderos concientizadores

Tampoco va a sacudir las estructuras de seguridad pública y de procuración e impartición de justicia la publicación de libros de investigación ni de reportajes crudos por muy valientes y reveladores que sean. Serán ignorados o, cuando mucho, descalificados o comprados en lote para reducir el número de sus lectores, pero no pasará nada, como no ha pasado nada hasta hoy. Por concientización no paramos. Por arte y denuncia, tampoco. Podemos seguir concientizando, concientizando y concientizando… y no pasará nada: no se resuelve nada. Esto es porque nada concientiza mejor que el cumplimiento de la ley, y si no concientiza, sí abate la impunidad. Necesitamos más un verdadero Estado de derecho que concientización. Cuando las instituciones estatales garantizan que la comisión de un delito abominable se pena al máximo que establece la ley, es de esperar que se reduzca puesto que se desalienta la expectativa del goce de impunidad. En Estados Unidos un sujeto que hace un año mató a diez personas desde la cajuela de su vehículo comparece hoy ante un tribunal. ¿Cuántas obras de arte se produjeron para que la autoridad actuara eficientemente?

Así como las marchas y manifestaciones multitudinarias a favor de la paz y las visitas de inspectores de la ONU no impidieron los bombardeos sobre Afganistán e Irak ni la ocupación militar de esos países, el feminicidio en Juárez no se ha detenido con productos artísticos y periodísticos ni con marchas concientizadoras. Una recomendación de Amnistía Internacional o de la ONU no tiene nada que hacer junto a una del Banco Mundial, de la Organización Mundial de Comercio o de las consultorías financieras como Standard & Poors, Goldman & Sachs o una enérgica declaración del embajador de Estados Unidos en nuestro país.

 

El lenguaje del poder

Cuando la principal preocupación de nuestro gobierno es mantener a flote las variables macroeconómicas, dar garantías a la inversión extranjera, lograr los consensos para las «reformas estructurales» y el lucimiento de la «pareja presidencial», acaso el error de las protestas ha sido dirigirse a las instancias equivocadas. El poder sólo entiende el lenguaje del poder. Bush o Schwarzenegger, tan poco queridos por nuestros combativos artistas, al parecer podrían ser de los pocos interlocutores que nuestro gobierno atendería para poner un alto al feminicidio en nuestro país. Las guerras se ganan con dinero y con armas para comprar voluntades o someterlas.

 

«La realidad es más amarga de lo que parece»

¿Habrá autoridades que lleven una doble vida, como Rosaura en Aventurera? La escena clave de la película es aquella en la cual el hijo de Rosaura le pregunta a Elena por qué su madre trató de matarla. Ésta le contesta: «Pregúntale a ella… La realidad es más amarga de lo que parece».

Texto inédito de mayo de 2002

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