Sociología del imperialismo

Joseph A. Schumpeter

Imperialismo. Clases sociales

Buenos Aires: Tecnos, 1955

Título original: «The Sociology of Imperialism», 1919

Los motivos (irracionales) del imperialismo

Joseph Alois Schumpeter (1883-1960) hace un análisis sociológico del imperialismo que ofrece una visión distinta a la elaborada por el marxismo y su determinismo económico, según el cual es consecuencia de las necesidades de expansión del capitalismo con fines comerciales, para apoderarse de mano de obra y materias primas y para ampliar los mercados. Pero el economista austriaco insiste en señalar la esterilidad del enfoque estático y la necesidad de contemplar los fenómenos sociales como procesos dinámicos, cuya dimensión más importante es la histórica. El fenómeno del imperialismo no se reduce a los intereses económicos de clase de la época en cuestión, aunque tiene mucho de verdad.

A semejanza de Pareto, Schumpeter explica al imperialismo como la realización de un instinto, de un sentimiento que en ocasiones trata de justificarse baja argumentos aparentemente racionales. El imperialismo es entonces pura propensión sin objetivo, por parte de un Estado, a la expansión violenta ilimitada. Surge al margen de un interés concreto definido, económico o religioso, por ejemplo. Busca la expansión por sí misma, la guerra por el afán de lucha, la victoria por el deseo de vencer y el dominio por el anhelo de dominar. En el caso del imperialismo religioso o nacionalista, se trata, como en cualquier otro caso, de discursos para detonar los motores belicistas que subyacen en los pueblos belicistas.

En cada manifestación imperialista hay características propias, pero pueden reconocerse algunos rasgos comunes, por lo cual cabe pensar que no son producto de la evolución económica moderna.

El interés que explica un acto belicoso no necesita ser abiertamente reconocido. No necesita ser un interés confesado. La razón no es la causa.

La referencia a intereses económicos sólo es satisfactoria si se dan los siguientes elementos:

  • El interés concreto debe ser manifiesto de modo que pueda distinguirse perfectamente por todo el pueblo.
  • La conducta del Estado debe ser calculada, de manera que promueva este interés con la suma de todos los sacrificios y riesgos previsibles en relación con las ventajas que se esperan conseguir.
  • Debe ser posible demostrar que este interés es la fuerza política conductora de la acción.

El análisis de Schumpeter del imperialismo y la estructura de clases está íntimamente ligado al análisis del crecimiento económico. Las actitudes agresivas de los Estados o de cualquier organización pueden explicarse directa o indirectamente de manera inequívoca sólo en parte por los reales y concretos intereses de las personas.

Los orígenes ancestrales del imperialismo y su élite

Estos motivos irracionales del imperialismo se remontan al origen de cada pueblo y a las condiciones del lugar donde habitó originalmente. La tesis de Schumpeter, en clara contradicción con el materialismo histórico marxista, es que hay una continuidad histórica en la cual los restos de las antiguas civilizaciones persisten en la actualidad, pese al cambio de los fundamentos económicos. La belicosidad de los arios iranios, por ejemplo, se debe a factores geográficos, pues la guerra fue para ellos el único medio de subsistir en un determinado entorno natural. Esto quiere decir que un pueblo adquiere una disposición guerrera y una organización social adecuada para ello antes de que haya tenido oportunidad de ser absorbida en la explotación pacífica de su área definitiva de asentamiento. El nacionalismo agresivo, el instinto de dominio y de guerra proviene del pasado remoto y se mantiene presente, pero se ven condenados a la impotencia cuando no existen intereses suficientemente poderosos con los cuales pueden aliarse estos instintos.

Schumpeter considera que las clases se originan y mantienen por diferencias de aptitudes con respecto al medio ambiente. La idea de una sociedad sin clases le parece una leyenda. La caída de la clase dominante se encuentra en la pérdida de la conexión entre su clase y su función. La familia es la molécula de la estructura social, pero la principal fuerza que condiciona la dinámica del sistema es la élite. La élite imperialista es una aristocracia cuya principal razón de existencia es la renovada sucesión de guerras (agresivas). En cada caso identifica un grupo particular, una élite que bajo determinadas condiciones históricas se convierte en el mecanismo de transmisión del movimiento. El mecanismo imperialista crea una maquinaria de guerra que crea las guerras que ésta requiere.

En los reinos absolutistas, los motivos e intereses del monarca son mucho más importantes para la comprensión de los aspectos imperialistas que cualquiera otra causa. El monarca hace de la política exterior su negocio personal y sus intereses personales son los intereses del Estado.

La infundamentalidad como cualidad característica del imperialismo

Nadie habla de imperialismo cuando el Estado persigue fines concretos. La palabra imperialismo supone una agresividad cuyas «razones» verdaderas no radican en las intenciones manifiestas. Pero la historia muestra que toda nación o clase en cada nación tarde o temprano busca la expansión por la expansión, la guerra por la guerra, la victoria por la victoria, el dominio por el afán de dominar. Lo que hay que hacer es explicar el origen de la voluntad de la victoria.

El imperialismo procede de la autocracia absoluta. Con frecuencia en la antigüedad, la guerra y la conquista no han sido medios, sino fines, pero este «feroz primitivismo va desapareciendo, suavizándose» por los esfuerzos de ir haciendo comprensibles estas tendencias, para encontrarles justificación. Para Schumpeter, el capitalismo irá haciendo que desaparezca ese impulso guerrero y se limite a un imperialismo verbal, pues culturalmente sustituye los impulsos irracionales por razonamientos, lo que se manifiesta en una conciencia pacifista y movimientos o partidos antimilitaristas. Complementariamente, los trabajadores asalariados, base del capitalismo, son individualmente antiimperialistas. El capitalismo propicia frenos a los impulsos guerreros. La élite del capitalismo es un grupo de hombres de negocios cuya principal proeza es conseguir innovaciones rentables.

En las naciones cuya estructura social está orientada a la función militar, las clases políticamente relevantes consideran a la guerra como su principal menester, no como una emergencia que interfiere la vida privada. Por el contrario, en naciones con estas características, la vida y vocación sólo se realizan plenamente en la guerra. Sus individuos nunca se dejan absorber por la esfera privada. La voluntad de guerra y la expansión violenta surge directamente del pueblo

Por lo expuesto, el imperialismo se define como la disposición «infundamentada» de un estado hacia la expansión violenta y sin limitaciones. Siempre se encuentran pretextos para una guerra, y no hay situación en la que no se encuentren. Para algunos pueblos cualquier pretexto es bueno para una guerra, fue siempre la prima y no la última ratio, la más natural actividad en la vida. Cada conquista lleva a ulteriores conquistas. En ocasiones se rebasa el resultado de las aspiraciones con resultados indeseables que se vuelven contra los fines que inicialmente motivaron su realización, como en los casos en que llega a resultar ingobernable un imperio que se ha expandido más allá de sus posibilidades para mantener el control.

Nacionalismo y religión como motivos falaces del imperialismo

De todos los argumentos invocados el más efectivo es el sentimiento nacional para prender el fervor de la lucha. Los demás intereses deben ser captados racionalmente, y entonces lo irracional busca refugio en lo racional. Lo irracional es necesidad de odiar y belicismo, así como de idealismo. El nacionalismo satisface la necesidad de entregarse a una causa suprapersonal, familiar y concreta, la necesidad de la autoglorificación y la violenta afirmación de sí mismo.

El imperialismo ha llegado a ser una táctica calculada para distraer la atención del pueblo de los grandes problemas sociales del interior. Pero en la práctica ni siquiera puede hablarse que haya efectivamente tendencias nacionalistas como motivos para la guerra, pues se han dado casos de imperialismo pero sin mezcla alguna de nacionalismo.

Los motivos religiosos en ningún caso son los únicos motivos. Todo profeta hace algo más que formular un mensaje aceptable a sus primeros adherentes. Sólo es comprensible y tiene éxito cuando plantea un tema político socialmente válido en ese momento. El profeta reconoce necesidades de la situación existente, y cuando cambian debe maniobrar para adoptar una nueva política sin hacer pensar al creyente que esta transición es una traición. En las guerras religiosas, no necesariamente hay una intención de difusión de la fe, sino puede ser también el de la guerra y la conquista por sí mismas. En tales casos, la religión es un mero reflejo dentro del cuerpo social.

Requisitos del imperialismo

Es necesario precisar que no toda nación belicosa tiende al imperialismo, sino que deben darse otras circunstancias y determinadas formas de organización social. Debe tratarse de pueblos que no vivan de su trabajo o al menos no dedicarle todo su tiempo, pues cuando es así los instintos de conquista se sumergen en las ocupaciones cotidianas económicas, incluida la nobleza, la cual se dedica entonces a la pacífica administración de sus posesiones y pequeñas contiendas locales.

Conclusiones

1. Las inclinaciones instintivas de conquista juegan un papel clave en la historia de la humanidad.

2. Una explicación de este impulso para la acción es la voluntad guerrera, producto de necesidades vitales que crearon personas y clases guerreras, en las que las disposiciones psicológicas y las estructuras sociales que adquirieron en el pasado tienden a mantenerse y persistir mucho tiempo después.

3. Existen factores subsidiarios que facilitan que emerjan tales disposiciones, como los intereses de las clases dominantes y también por todos aquellos que pueden obtener una ventaja individual de la política belicista.

De modo que puede hablarse del imperialismo como un fenómeno sociológico, de carácter atávico en la estructura social, en los hábitos individuales y en las emociones.